Pasó por frente de nosotros rápidamente, llevaba una sonrisa en el rostro que le transformaba en un ser dulce y lleno de paz, algunos le miraban con ternura otros con tristeza, pero yo me quede pegada en su expresión radiante y demostrativa.
En silencio, como toda su vida, se sentó frente al piano y comenzó a hablar, no articuló palabra alguna pues nunca pudo hacerlo, pero de sus manos dejó emanar melancolía y de sus ojos mil historias. Había nacido en silencio y el piano se había convertido en su mejor compañero, en la única forma de hablar, de hacernos saber sus sentimientos.
Admirada sentí como mis lágrimas caían, mientras sus manos pequeñas corrían sobre las blancas, frías y suaves teclas. La pequeña frente al piano, irradiaba más luz que el propio sol y hacia que todos quienes estuviésemos en la sala escucháramos la voz de su corazón.
En silencio, como toda su vida, se sentó frente al piano y comenzó a hablar, no articuló palabra alguna pues nunca pudo hacerlo, pero de sus manos dejó emanar melancolía y de sus ojos mil historias. Había nacido en silencio y el piano se había convertido en su mejor compañero, en la única forma de hablar, de hacernos saber sus sentimientos.
Admirada sentí como mis lágrimas caían, mientras sus manos pequeñas corrían sobre las blancas, frías y suaves teclas. La pequeña frente al piano, irradiaba más luz que el propio sol y hacia que todos quienes estuviésemos en la sala escucháramos la voz de su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario