Uno de los infinitos poderes de la música es que puede hacerte recordar. Inmovilizada con los ojos cerrados pude vivir aquel recuerdo. Fue la última vez que disfruté mi soledad antes de necesitarla a ella como parte mía. Fue mí despedida a mi soledad. Hace algún tiempo que me sentía realmente comprometida y tengo que aceptar que desde el principio estuve enamorada, solo que no había querido adaptarme, no había querido entregarme, entregar mi corazón, mis pensamientos, cada momento. Salí de mi casa algo apurada con el pensamiento de pasar a buscarla. Pero cuando la lluvia comenzó me hice cómplice de ella. Apropósito caminé lentamente por la ciudad, disfrutando cada gota, sintiendo cada gota. No había frio, no había horario, no había preocupación, para mi no había nadie mas a mi alrededor y partiría solo cuando me aburriera de caminar por la gris ciudad que era azotada por la lluvia torrencial.
Creo que crucé 3 veces la misma calle. Me gustaba sentir la lluvia en compañía de extraños a quienes no les importabas absolutamente nada. La música era la adecuada, pero especialmente una canción me mantenía en el momento y el lugar ¡eso si era vida!
Caminé sin paraguas, aunque lo tenía dentro de la mochila, no salté las posas de agua, no esquivé las goteras, estaba viviendo, estaba haciendo lo que mas me gustaba, sentir la lluvia, vivir la lluvia tan cerca, parte mía.
Me enamoré de la combinación de caos y tranquilidad, la gente corriendo estresada molesta por la lluvia torrencial los autos y las micros pisando las posas y mojando a todos quienes estuvieran en el lugar y por otro lado la lluvia relajada, el sonido, el olor y ese ambiente abrigador que solo se ocasiona en una postal así. Era como si el cielo hubiese tomado su momento, hubiese dejado de fingir, no siempre quería estar feliz, no siempre el sol tenía que alumbrar a todos. El cielo estaba dejándose sentir, estaba ahí aunque pasamos mas tiempo mirando el suelo que el cielo. Por qué mayor es el miedo a caer que las ganas de subir.
Disfruté aquellas horas, como si momentos después fuera a morir, cerré los ojos miré el cielo y sentí cada gota, dejé caer algunos suspiros llenos de tristeza, llenos de miedo pidiendo fuerzas para lo que sabía que vendría después, pensé tantas cosas, y vi mis miedos mojados por la lluvia empapados y alejados.
Fui infiel en aquel éxtasis que me provocó el cielo aquella tarde. Sabia que ella regañaría cuando se enterara que caminé sola. Pero me despedía de mi soledad, fue la última vez que disfruté de ella, de mi misma sin un pedazo de nadie más. Después de eso le entregue mi corazón estilando a ella y me llené nuevamente con su sonrisa su mirada y su belleza. Descubrí que era para mi cuando noté que me entregaba la misma felicidad que me había entregado la lluvia durante unas horas, hace unos días atrás, lo que había echo siempre, desde que nací.
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